viernes, 27 de enero de 2012

Yacer en tu ausencia

Yacer sordo y callado, voluntariamente cegado,
el velo oscuro que resbaló de la luna nueva, hoy me sepulta.

Ata mis ojos, a un mundo más oscuro y más bello,
la ausencia de todo me convence de que no te he perdido.

El Vaho diáfano que emana de mis suspiros
se mezcla lentamente,  toma tu forma frente a mí.

El cuerpo del deseo brilla en su condición etérea,
la castidad de la impotencia me abraza cual un yugo.

Extrañar tu olor, en mil remolinos de aromas
y con dolor inaplazable, ver disiparse  tu calor.

Haber olvidado ya  aquellas noches  de amor
cuando inconscientemente no nos amábamos.

Y sentir tu ausencia en lucha viva,
debatiéndose entre memoria y olvido.

Me queda tu sombra, que se aleja de la mano de otro
al que sin darme cuenta, le entregué una tierra sembrada.

domingo, 22 de enero de 2012

La gracia del silencio

Complejo es para muchos comprender
la intrincada gracia de nuestros silencios
que no es muda, como parece a los sordos,
es incluso mas estrepitosa y mas cándida
que los ritmos y sonidos rebosantes

que perturban la solemne despedida.


Silencio, morada oscura de indecisos deseos,
tierra fértil en la que germina el pan de las pasiones

que alimenta a las musas de nuestras canciones.

Tormentoso llega a ser el silencio
para aquellos que en pensamientos moran
fuego que arde sobre las dudas,
que extingue el calor de las ilusiones.


Pobres aquellos que abstraídos aguardan 
por esos momentos que no llegan
y permanecen dormitando su existencia.
Habitando un espacio superfluo,
que es cárcel en su encierro,
morada, en su condena.








Aguardando por su muerte en el presente,
espera petrificado el condenado silente,
para nacer nuevamente en el olvido
oculto mas halla de su sonrisa ausente.

                                                                                                          David Perez

lunes, 9 de enero de 2012

Creo en ti

Creo en ti, como un chico ingenuo
que pasa las noches soñando con hadas
que te siente aunque no estés aquí,
y te quiero, te extraño... te necesito.

Pasan los días, y el tiempo envejece
las tinieblas pueblan ciudades con fantasmas
llegan las noches, los más fríos momentos.
Mi primavera se suicida, queda el otoño.
Pero aun así, escondido bajo las hojas secas,

abrigado por las plumas que desechaste, creo en ti.

Caen hojas garabateadas con poemas,
junto a una nieve de virutas de borrador,

contaminada sutilmente por viejos sentimientos.
Mis plumas desangran su tinta sobre el papel,
mis letras mueren lentamente de sed,

secándose bajo el calor de este abrazador desierto.
Y sigues en mí, como el espejismo de un oasis.

Te veo, te persigo, estiro mis brazos.
No puedo tocarte, no hay esfuerzo que valga… lo sé.
Tus alas son más fuertes que mis intentos pedestres.
Tú que puedes volar, te alzas y te alejas,

pero de mi mirada no logras perderte.

Te observo, hermosa y lejana.
Te admiro, te contemplo salvajemente, 
como un lobo solitario que añora
desde la lejanía, a su inalcanzable Luna.

El único ser que otorga brillo
a sus más oscuros temores. 



Como un niño solitario, devoto a la esperanza,
ingenuamente sosegado por tu fantasía. 
Noche tras noche, creo en ti.
                                                           


                                                                                                                    David Perez Hernandez 

martes, 3 de enero de 2012

La Luna del poeta.


Las penas se deslizan en el universo del alma,
rasgando nubes de memorias tormentosas,
en un complot de estrépitos remotos
se les escuchan como al eco de tu distancia.

Surcan los valles de pastos cristalizados
por el rugir terrible de viejas quimeras,
atraviesan zepelines inflados con ilusiones,
revientan montañas de esperanzas congeladas.

Fumigan las semillas de la inocencia,
podan las ramas de los más duros arboles de ideas.
Tiempo y espacio, espantados, huyen fuera de tus círculos,
locura y recuerdo son ahora la medida de tu mundo.

Y escapan entre corrientes de letras
como cinturones de asteroides mal escritos,
evaden las oraciones y las determinaciones
que  rodean al corazón, como satélites artificiales

Hasta casi tocarte, deseosas de causar en tu corazón
la fatal herida que no se cierra, y que se infecta
del veneno de memorias que no tienen antídoto.
Solo se les interpone un astro en su camino.

Pero chocan, con la luna del poeta,
que no obtiene su luz de las eternas flamas
sino, del resplandor de las sonrisas de las hadas,
que no se lacera en cráteres rocosos
sino, por las sombras de recuerdos dolorosos.










David Perez