miércoles, 21 de noviembre de 2012

Locura 2 am.



Si te fijas, si miras arriba, abajo, a tus lados... no te olvides de mirar tras de ti, por que aveces el tiempo se esconde tras tu nuca, aveces el ahora es eterno y el futuro la proyección de un pasado lleno de frustraciones.

Llega un punto, como a las dos de la mañana, en el que no existe mas que el ahora. Llega un punto en el que el mundo gira sobre tu propio eje, y las estrellas, y las nubes se funden en una vorágine inagotable, inaguantable... *glup *glup *glup* digo.



Y yo digo... ¿que decimos? ¿decimos algo? Gritamos, susurramos, tartamudeamos, sollozamos, aveces incluso... de capricho suspiramos. ¡Un sin sentido!  esto es eso, eso es esto, ¿es esto eso? ...¡¿esto es?!


(...)


Silencio, aveces una canción bienhechora un poco amarga, un poco borracha, como la cerveza, como no se que cosa que me metí en la boca y me dejó un sabor a cartón.

Una sombra, un murmullo ...un momento... ¡un amigo! una cara triste que hace llorar las gotas de lluvia que se posan en las ventanas de los taxis. Una aventura, colores y sentimientos inaguantables, intolerables, intoxicantes. Y ese sabor eterno a cartón viejo que siempre perdura como la misma cosa.

¿Que? Mis ojos ven un grito y la calle camina sobre mis pasos, es normal, pasa siempre.

Literatura es una palabra bonita para las fantasías cobardes que se esconden tras las letras. 

La realidad tomó un cuchillo, tal vez de mi bolsillo, no sé... se abrió las venas, para chorrearme disparates en la cara. 

Un gato cruzo la calle, (¡ debía ser una gallina!)  empeñado en decir, casi en refunfuñar, que las cosas eran serias, pero jamás he visto nada mas cómico que un gato refunfuñando.

Todo seria soportable, si esas voces no me pintaran de su angustia, su eterna angustia, si no me la untaran...  ¡yo las amé, lo juro! ...las amé tantas veces que olvidé que carajo era amar. Les grité, les pegué, lloré con ellas y fui uno con ellas, al final simplemente callé con ellas... al final todos nosotros volveremos a callar con ellas.





Y Entendí.

...Su locura.
...Mi locura.

...Enloqueserá.


Eduardo Pérez

martes, 6 de noviembre de 2012

Noviembre



Noviembre de tardes incinerables y noches lluviosas. 
Tu susurro calla las risas de las mascaradas. 
Eco de las mañanas, sobre lagrimas angustiosas.
El telón era de cristal, un hielo de miradas cortadas. 

La noche no es tan fría cómo las llamas de la tarde.
El huracán solitario, se enamora de la tormenta.
Su razón no era tan impía, como tu sonrisa afable. 
Sin contar el mal fario, el oasis fue una tortura cruenta. 

Sobre ochos tambaleantes se fecha la condena. 
Mientras presos delirantes contemplan el equilibrismo. 
Pues, la caída a su semblante le da una expresión eterna. 
Es el duelo en el que el icono se enfrenta al sismo. 














domingo, 25 de marzo de 2012

Lamento de un bosque muerto.



El agua se difumina con la niebla sobre el lago en cuestión, situado en la profundidad cavernosa de los recuerdos de todo ser humano,uno tan profundo como la noche y tan negro como una sonrisa teatral. El resplandor de la luna, por que siempre hay una que hace brillar el vapor de agua, cuando lo hay, justo como a una cortina plateada, cada noche. Incontables sonidos se agitan en la noche, que en ese lugar es también de día,  como una sinfonía de cascabeles mortecinos, las libélulas bailan su danza junto a las luciérnagas que portan el brillo de las ideas, un complot fúnebre acontece con cada día de vida.

Un monzón invernal cubre el paisaje bajo sus sollozos, agita los cadáveres de naufragios ancestrales, de barcos que se estrellan en la nada, que jamás desaparecieron bajo el agua, sino que permanecieron como la rayuela semi-borrada de la infancia de todos los hombres. Un bosque de ramas estrechamente abrazadas, como por el miedo, cruje y gime de  vejez. Cada árbol, echando raíces en lo mas profundo de la desesperación, en la angustia de existir,  se empeña en recoger las partes que el otoño le ha arrancado. 

Desde lo lejos, y mas allá de esa bruma que es nuestra propia alma, el que se esfuerza puede contemplar el latir agónico de la madera. Los arboles agachan sus ramas vinculadas a sus congéneres, e impedidos por la senilidad no logran obtener más que el lejano placer de dar una sutil caricia a los tesoros de la juventud amputados por el tiempo, ahora parte de la hojarasca.

El frío ineludible penetra en su carne cascada, y su sangre ámbar escurre lentamente hacia sus raíces. Gota a gota, derraman el bálsamo cristalino que les abrigará en su lecho mortuorio. La misma savia que les da vida, se convierte en ladrillo y cemento de su último mausoleo. Sus amados tesoros yacen al lado de cada antiguo dueño, tan solo distan el crujir de una rama, siempre cerca, pero siempre inalcanzables.  

La lluvia comienza, es el llanto de la tierra conmovida que la miseria se respira para suspirar,  pasa por las gargantas como ceniza y llena los pulmones de aquellos que aún pueden respirar, con vida. La sangre se contamina de la más profunda tristeza, purgando como una vacuna a la ausencia y a la nada, se torna densa y se congela. El lamento de las añoranzas es el mismo de las penurias y la sangre cristalizada, como un esclavista latiga y corta los corazones de aquellos que se rehúsan a sentir.

Infierno, pasión, terror, amor. Pueden escucharse palabras inaudibles e impronunciables entre los susurros del viento. Y en el horizonte puede sentirse una vibración profana, una tentación de esperanza, un bosquejo de suspiro. El sol se alza como un león tirano, agitando su melena de fuego,  azotando la tierra de la hiel, con nuevos látigos de confort. El fulgor imparable emana con la fuerza de todos los dioses, y se vierte sobre el bosque de cristal ámbar, demasiado tarde para salvarle, pero a tiempo para provocar un último suspiro color carmesí.

El inmortal lamento de un bosque muerto, permanecerá eterno, suspendido, descansando sobre el seno de sus preciados tesoros arrebatados.

lunes, 27 de febrero de 2012

Vino dulzón

Vino dulzón, aunque eterno, no me embriagas.
Desbordando de rabia y carcajadas te derramas.
Su sabor amargo, la hiel etérea que entristece,
solo con los más borrosos recuerdos acontece.

Compañero incansable que se agota,
amante líquido, que se vierte gota a gota.
Enciende una vez más las más fuertes pasiones,
a los sabios ocultos, liberales de sus prisiones.

domingo, 26 de febrero de 2012

Amor marchito.



El tiempo se va a la basura,
los recuerdos al olvido.
Los valores, devalúan.
Lo deseado, es prohibido.


Aún ausente e incomprendido.
Completamente ignorante,
del valor de lo vivido.
Incapaz de más, que de extrañarte.


Aún entre algunas sombras,
queda alguna mancha de tu sonido.
Aunque cada uno de tus aromas
tiempo atrás, se han desvanecido.


Te espero, sin quererte.
Consiente de tu abandono,
sin desearte, añoro verte.


Ahora que se bien, cuan distante,
quedó atrás la pasión de amarte.






                                                                                                       
                                                                David Perez Hernandez 

jueves, 23 de febrero de 2012

La flor albina

Una botella de mal Whisky rueda calle abajo. La puerta de un bar, con un chirrido ahogado se abre impulsivamente, liberando una humareda de tabaco que deja escapar descuidadamente la presurizada algarabía,  rebosante  de alegría y desesperación. Se le puede ver como una marea implacable, resbalando intrépidamente por el callejón. Liberando un vapor tan sacro, tan dorado, como los cabellos de un ángel un tanto simplón.


Lo que solía ser seco y baldío, se siente ahora húmedo de su presencia. Tan lleno de vida, como las risas ociosas de los infantes. Tan medio lleno, medio vacío, como la copa de vino barato rezagada por sus dedos déspotas. 


Una gitana, al son de gritos rítmicos, simula pedir perdón con una canción improvisada. Su acto comienza, el telón tras sus parpados se levanta, una orgía de lagrimas entra en escena. Su canto, que corta, desangra su garganta, vertiéndose a la fuerza entre las grietas de estulticia, escondidas discreta pero vulgarmente, en los muros que le separan de su amado publico. Que le ama. 


Oculta tras la basura, silenciada por el siseo de labios insatisfechos. Germina, abriendo petalo por petalo, una flor albina, que sacude sus esporas en manifiesto de los instantes ignorados. Por los amores que se rompen entre los cristales, bajo los pies de la procesión que se despide, que transmigran en abono para las tierras, donde florecerán con el tiempo y la muerte, mas preciosas flores albinas. 



                                                                                                   David Pérez Hernandez.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Sabes? ...Anoche tuve un sueño tan real...

La vida en la que vivimos suele estar soportada sobre una amplia estantería de ideas, que más que individuales suelen ser colectivas, de expresiones lingüísticas  que les ayudan a los seres humanos a entenderse entre sí, y les vincula a los unos con los otros con la fuerza de un grillete, que por otro lado,  asegura que nadie vuele demasiado alto…  para protegernos tal vez, de caer desde algún lugar demasiado peligroso. Cuando se rompen estos grilletes, es cuando nos damos cuenta que  comienza una historia.

Fue un día habitual, rutinario como el de cualquier persona del común, sentía el agotamiento profundo de sus labores diarias, había caído la noche y finalmente se encontraba frente a la puerta de su casa. Entró sin más al confort de su celda voluntaria,  observó cómo cada día a los habitantes que consigo permanecían encerrados, también encadenados invisiblemente por los grilletes de su cotidianidad. Como de costumbre les dedicó los correspondientes momentos de ritual interacción, todo era tan habitual que le generaba tedio. Terminada su inamovible rutina,  se encontró con la única aunque ligera sensación de libertad que se le permitía diariamente, que como es humano esperar decidió dedicar al ocio.

Notaba cada detalle de la vida de los demás, ligeramente plasmada en una pantalla de  un tamaño tan pequeño que parecía hacer que el mundo se encogiera en torno suyo, el ya extraño aroma de las plantas, los sabores flotando sobre el pavimento,  los colores y las formas de las letras, se encontraban homogeneizadas, el mundo antes de diversos caracteres, se había reducido a un intercalar de blanco y azul, la rabia, la tristeza y el dolor  parecían marginados a la indiferencia, y la idea eterna de la felicidad, se habían reducido a siete infernales letras. Me gusta. El mundo había sido privado de su espíritu, las emociones erradicadas, los medios de comunicación más que informar, generaban ignorancia y las personas deambulaban de un lado para otro, sin notar siquiera los rostros de aquellos que compartían sus caminos, caminos a los que les confiaban ingenuamente sus pasos,  ignorando completamente quienes, o con que motivo les habían trazado.

El aire se tornaba denso, el sentimiento de represión era demasiado pesado, una cantidad incontenible de  pensamientos llegaban a su mente, por primera vez desde hacía ya tanto.  Solo le quedaba un escape, un único lugar donde aquellos pensamientos podrían volar sin volarle la cordura al hacerlo, el sueño,  un  lugar donde los pensamientos más brillantes vuelan tan alto, que se pierden para jamás regresar. Con la disposición de presionar el botón de reset  emocional que todos los humanos presionan al poner la cabeza en la almohada, se tendió boca arriba en su cama. Su techo seguía siendo el mismo de siempre, sus mantas conservaban aun el suave aroma de la noche anterior, pero algo dentro de si había cambiado, había algo que no sentía igual.

La oscuridad de su habitación parecía materializarse en una humareda espesa que se arremolinaba entorno suyo, caras de personas desconocidas parecían hablarle desde detrás de un velo intangible, y un fuerte deseo por superar ese velo que le ofuscaba,  se apodero lentamente del aire que llenaba sus pulmones, una sensación de ardor le lleno de esperanza –el velo somos todos- escuchaba con su propia voz una y otra vez. Súbitamente una idea demasiado fuerte se apodero de su cabeza, una idea tan loca que solo podía tener sentido al ser un recuerdo; se vio yaciendo en la hierba con una sonrisa en la cara, disfrutando ingenuamente de una nada aparente; poco a poco su entorno fue adquiriendo forma, los arboles crecían a su alrededor los estados prístinos de su mente se levantaban de sus tumbas, la inocencia de los infantes  se apoderaba de su capacidad de comprensión, y por primera vez desde el instante en el que sucedió (de haberlo hecho) este recuerdo, sintió ser feliz.  

El mundo parecía brillar, todo era dicha y alegría a su alrededor,  había olvidado las sensaciones de la vida que ahora llenaban su cuerpo de adentro hacia afuera.  Escuchaba el maullar cariñoso de un gato, las risas jocosas de los niños, el mundo flotaba sobre un coro celestial, andaba sin rumbo, exploraba lo desconocido, los caminos se habían borrado, los colores habían reemergido, no conocía celdas ni limitaciones, y en cada esquina encontraba una cara nueva a la cual saludar.  Las lágrimas brotaban impasiblemente de sus ojos, sin herir sentimiento alguno, y liberaba sin pausa una carcajada incontenible que llenaba al mundo de música…

Poco a poco las risas fueron callando, las nubes llegaban asfixiando el fulgor de su mundo soñado, tras sus pasos la tierra se hundía desgarrando la hierba,  desangrando la tierra con grises caminos. Los rostros amables se tornaron hostiles, su tez palidecía y su semblante se aplanaba.  La ambición que  ahora llenaba al mundo, le comprimía lentamente, como brazos avaros que se esmeran por abarcarlo todo, a una pequeña y aun ligeramente brillante caja de no más de 30 pulgadas. Los colores poco a poco envejecieron y las risas,  los brincos alegres y la calidez de los apretones de manos, se congelaron hasta terminar de un raído color blanco y azul.


Abrió sus ojos, tratando como siempre de superar la ceguera matutina, causada  por el diáfano destello de sol, que acostumbra filtrarse entre sus cortinas para despertarle. Esa mañana le traía una sensación algo confusa, que por más vueltas que le daba a su cabeza no lograba  recordar,  le llenaba un profundo agotamiento, como si algo le faltase.

Asumió no haber dormido bien una vez más…   


lunes, 6 de febrero de 2012

Beso etereo

La tierra se abre, se fisura
en un terremoto inclemente
que arrasa con mi cordura.
Demonios derrumban mi mente
despojándola de cada atadura.


Un aura azul, se ilumina 
en un resplandor carmesí,
sobre la patria enemiga.
Le despoja del frenesí
mientras su dolor mitiga. 


De las nubes desciende 
un ángel jamas creado,
y la belleza se ofende
frente a este ser alado. 

Escucho sus mágicos labios
cuya música despoja

el bullicio infernal de mi caos,
cuando con su beso virtual
mis demonios desaloja ...

                                                                                                                           David Perez Hernandez

viernes, 27 de enero de 2012

Yacer en tu ausencia

Yacer sordo y callado, voluntariamente cegado,
el velo oscuro que resbaló de la luna nueva, hoy me sepulta.

Ata mis ojos, a un mundo más oscuro y más bello,
la ausencia de todo me convence de que no te he perdido.

El Vaho diáfano que emana de mis suspiros
se mezcla lentamente,  toma tu forma frente a mí.

El cuerpo del deseo brilla en su condición etérea,
la castidad de la impotencia me abraza cual un yugo.

Extrañar tu olor, en mil remolinos de aromas
y con dolor inaplazable, ver disiparse  tu calor.

Haber olvidado ya  aquellas noches  de amor
cuando inconscientemente no nos amábamos.

Y sentir tu ausencia en lucha viva,
debatiéndose entre memoria y olvido.

Me queda tu sombra, que se aleja de la mano de otro
al que sin darme cuenta, le entregué una tierra sembrada.

domingo, 22 de enero de 2012

La gracia del silencio

Complejo es para muchos comprender
la intrincada gracia de nuestros silencios
que no es muda, como parece a los sordos,
es incluso mas estrepitosa y mas cándida
que los ritmos y sonidos rebosantes

que perturban la solemne despedida.


Silencio, morada oscura de indecisos deseos,
tierra fértil en la que germina el pan de las pasiones

que alimenta a las musas de nuestras canciones.

Tormentoso llega a ser el silencio
para aquellos que en pensamientos moran
fuego que arde sobre las dudas,
que extingue el calor de las ilusiones.


Pobres aquellos que abstraídos aguardan 
por esos momentos que no llegan
y permanecen dormitando su existencia.
Habitando un espacio superfluo,
que es cárcel en su encierro,
morada, en su condena.








Aguardando por su muerte en el presente,
espera petrificado el condenado silente,
para nacer nuevamente en el olvido
oculto mas halla de su sonrisa ausente.

                                                                                                          David Perez

lunes, 9 de enero de 2012

Creo en ti

Creo en ti, como un chico ingenuo
que pasa las noches soñando con hadas
que te siente aunque no estés aquí,
y te quiero, te extraño... te necesito.

Pasan los días, y el tiempo envejece
las tinieblas pueblan ciudades con fantasmas
llegan las noches, los más fríos momentos.
Mi primavera se suicida, queda el otoño.
Pero aun así, escondido bajo las hojas secas,

abrigado por las plumas que desechaste, creo en ti.

Caen hojas garabateadas con poemas,
junto a una nieve de virutas de borrador,

contaminada sutilmente por viejos sentimientos.
Mis plumas desangran su tinta sobre el papel,
mis letras mueren lentamente de sed,

secándose bajo el calor de este abrazador desierto.
Y sigues en mí, como el espejismo de un oasis.

Te veo, te persigo, estiro mis brazos.
No puedo tocarte, no hay esfuerzo que valga… lo sé.
Tus alas son más fuertes que mis intentos pedestres.
Tú que puedes volar, te alzas y te alejas,

pero de mi mirada no logras perderte.

Te observo, hermosa y lejana.
Te admiro, te contemplo salvajemente, 
como un lobo solitario que añora
desde la lejanía, a su inalcanzable Luna.

El único ser que otorga brillo
a sus más oscuros temores. 



Como un niño solitario, devoto a la esperanza,
ingenuamente sosegado por tu fantasía. 
Noche tras noche, creo en ti.
                                                           


                                                                                                                    David Perez Hernandez 

martes, 3 de enero de 2012

La Luna del poeta.


Las penas se deslizan en el universo del alma,
rasgando nubes de memorias tormentosas,
en un complot de estrépitos remotos
se les escuchan como al eco de tu distancia.

Surcan los valles de pastos cristalizados
por el rugir terrible de viejas quimeras,
atraviesan zepelines inflados con ilusiones,
revientan montañas de esperanzas congeladas.

Fumigan las semillas de la inocencia,
podan las ramas de los más duros arboles de ideas.
Tiempo y espacio, espantados, huyen fuera de tus círculos,
locura y recuerdo son ahora la medida de tu mundo.

Y escapan entre corrientes de letras
como cinturones de asteroides mal escritos,
evaden las oraciones y las determinaciones
que  rodean al corazón, como satélites artificiales

Hasta casi tocarte, deseosas de causar en tu corazón
la fatal herida que no se cierra, y que se infecta
del veneno de memorias que no tienen antídoto.
Solo se les interpone un astro en su camino.

Pero chocan, con la luna del poeta,
que no obtiene su luz de las eternas flamas
sino, del resplandor de las sonrisas de las hadas,
que no se lacera en cráteres rocosos
sino, por las sombras de recuerdos dolorosos.










David Perez